Columna

LOS CALCETINES BLANCOS

Hace unos días salí de compras con mi hijo pequeño. Tiene dieciséis y, según me cuentan sus profesores, adolece de una adolescencia tardía.

Entramos en una de esas tiendas enormes en las que hay ropa para todos, de todos los estilos y a un precio razonable. Mientras yo me entretenía en la sección de señoras talluditas, él se perdió por la sección de caballero en la que, ahí sí, hay para todos los gustos y todas las edades.

A mí el tiempo se me pasa volando viendo trapos