El must de mi niña.

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Cuando me quedé embarazada por primera vez estaba loca por tener una niña, y la tuve. Cuando me quedé embarazada por segunda vez también quería una niña, pero vino Tachenko. Y, la tercera vez, también quise una niña pero llegó el Mindu. ¡Y menos mal!

Porque, de verdad, si con una me vuelvo loca, de haber tenido tres ahora mismo estaría encerrada en Oña (las de Burgos sabéis lo que quiero decir)… y de por vida.

Y es que yo asumo que mi Tachenkín es más raro que un perro verde y que convivir con el Mindu es durísimo pues solo se está quieto cuando está dormido y eso solo lo consigo con cloroformo. Pero es que lo de la niña… lo de la niña no tiene nombre. Yo no entiendo que a su padre y a mí no nos hayan medicado todavía. Y ella, por no entender, no se entiende ni a sí misma.

En mi casa las cartas a los Reyes Magos se escribe a primeros de diciembre -otra cosa es que las echemos al buzón el  cinco por la noche- para dar tiempo a Sus Majestades a encontrar todo lo que en ellas se pide. Por eso, a mediados de dicho mes, recibí un SMS desde Oriente diciendo: Todo OK. Nos vemos el día 5.

Como bien sabéis, pocas cosas hay en el mundo que te produzcan tanta tranquilidad como saber que los Reyes ya tienen listos todos los regalos de tus niños.

Pues tras este preámbulo os contaré lo que me pasó el día 21 de diciembre, concretamente a las 4.30 hrs. P.M.

Se da el caso de que en el cole de los niños, el último día antes de las vacaciones de Navidad, estos pueden ir vestidos «de calle», es decir, sin uniforme. Con los varones no hay problema. Éste llega con la niña y, aunque no os voy a hablar de las horas y el estrés invertidos en tomar la decisión del modelo a lucir, os diré que me planteo o demandar al colegio o buscar uno nuevo en el que no haya excepciones a la uniformidad.

Volviendo al día de autos, a las 4.30 hrs. fui a recoger a mis queridos hijos al colegio. Sale uno, sale el otro y sale la niña. La veo que se acerca a mí con una extraña sonrisa e inquietante mirada en los ojos y me dice: «mamá, quiero pedir a los Reyes un chaleco de pelo» (menos mal que no dijo de piel).

¡Ah!, dije yo. No pregunté por la razón pues era evidente: el ochenta por ciento de sus compañeras habían ido a clase con chaleco de pelo… o de piel, nunca se sabe.

Hasta hace unos dos años, cuando descubrí este estilismo de LIO-LIO…

…este tipo de chalecos no me habían hecho mucha gracia. Sin embargo, el conjunto de la foto me gusta tanto que, cuando la niña dijo que quería un chaleco de pelo, decidí enviar un Whatsapp a los Reyes y encargárselo.

Pensé que sería una tarea fácil. Desde hace un par de años los chalecos de pelo son algo. No tengo muy claro si son tendencia, un básico, fondo de armario o un «must». Pero, lo que está claro, es que algo son. Tanto es así que, a finales de diciembre, encontrar un chaleco de pelo mono y a buen precio se convirtió en una misión difícil, muy difícil.

Donde encontraba uno que me gustaba, no quedaba talla; Donde encontraba talla, el chaleco no me gustaba; Si me gustaba el color, no me gustaba la calidad del pelo; Si me gustaba la calidad del pelo, no me convencía la forma…

Estos son algunos de los que, entre todos los que encontré, más me gustaron:

1. Massimo Dutti 39.95€; 2. De Patricia Mendiluce en Kiddytop, 27.79€; 3. De antelina en Cul de Sac, 19€; 4. Venca, 19.99€; 5. Zara, 22.95 €; 6. La Redoute, 29.95 €; 7. El Corte Inglés,  39.95 €

Y, finalmente encontré y compré el ideal: de pelo natural, bonito color y precio aceptable. Lo encontré en una tienda que se llama Kiddytop y es de Patricia Mendiluce. Nos queda un pelín justito pero, para este año, nos sirve.

Perdón por la decapitación pero es que la foto fue tomada para otro fin.

¿Qué os parece? Por cierto, perfecto el servicio de Kiddytop: en apenas 24 horas el chaleco estaba en casa.

Por último, y ya en la sección de avisos, os informo de que en WWW.DREIVIP.COM hay una venta de DADATI que no está nada mal.