Las pequeñas compañías.

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Si ayer no hubo post fue por una sencilla razón: necesitaba de un día sabático para recuperarme del estrés del fin de semana. Realmente necesitaría un quinquenio sabático pero, tras consultarlo, parece ser que no me lo puedo permitir.

Verdaderamente el fin de semana ha sido de los que te hacen replantearte las bondades de la  maternidad y de los que te hacen caer en la cuenta de que tus hijos ya no están en la «misma onda», no solo en tu misma onda sino «en la onda de ellos mismos».

Por un lado fue el cumpleaños del Mindu quien ha cumplido siete y ha decidido que ya es mayor. Como este año hemos cambiado de cole, y por aquello de facilitar la integración, le dejé que invitara a todo aquél que quisiera a la celebración que tuvo lugar en el lugar que él escogió: la bolera. Como me preocupaba que no vinieran niños del cole nuevo también invitamos a unos cuantos amigos del colegio antiguo y, por si acaso estos también fallaban, también invitamos a algún vecino de esos con los que jugamos en verano.

Mis preocupaciones eran infundadas. Está claro que el niño no tiene ningún problema de relación como demostró el hecho de que se me presentaran todos en la fiesta: los del cole nuevo, los del cole antiguo y los vecinos. ¡Ya os podéis imaginar! Entre la edad de los muchachos, la mezcla de grupos y que prácticamente todos ellos son de la opinión de que para qué estarse quieto cuando puedo ir por la vida saltando, corriendo y gritando, en algunos momentos me planteé ahogarles a todos en coca-cola sin cafeína y, en otros, pensé en jugar yo a los bolos utilizándoles a ellos de bolo o de bola, indistintamente.

Pero la cosa no queda ahí. El viernes, cuando por fin llegábamos a casa y estábamos a punto de irnos a dormir, el lumbreras, del 40 de pie, decidió abrir no sé qué con un cuchillo que acabó incrustado en su barbilla. Solo fueron dos puntos de sutura y una bronca de las que hacen historia. Pobrecito, ¿verdad? «además de burro, «apaleaó» o, en este caso, «además de acuchillaó, regañaó» Pero es que el susto que me dio no le voy a perdonar hasta el próximo año bisiesto porque, además, mis hijos esperan, para darme estos sustos, a que el SQVEMC esté de viaje.

Pensaréis, menos mal que la niña -que casi tiene once años y carita de ángel- debe ser más sensata y no da proplemas. ¡NO! Mi hija ni tiene el baile de San Vito ni se abre la cara con cuchillos. Lo suyo es mucho peor: ella es la encarnación de la insatisfacción que se manifiesta en todos los ámbitos de su existencia entre ellos el que nos ocupa: los trapos.

Se da la circunstancia de que el viernes ella también estuvo de cumpleaños, el de una amiga del cole. Estoy segura de que la princesa Leticia con zeta tardó menos en decidir como quería su vestido de novia que lo que tardó mi hija en decidir qué se iba a poner para ir a la fiesta de su amiga que, dicho sea de paso, era solo para niñas. El día en que a los cumples también vayan niños, le doy al padre la patria potestad, la guarda, la custodia, la tutela y lo que haga falta y me voy de monje budista al Nepal.

Dicho esto, los días de vino y rosas se han acabado para mí. Esa sensación de llegar a una tienda y decir «quiero este conjunto en la 4, la 6 y la 8» es algo que ya no volveré a vivir.

Por eso, si no quiero ir de peregrinación por las distintas tiendas que ofrecen los diferentes estilos que, a partir de ahora, necesitan mis hijos, tengo que intentar buscar tiendas -que las hay- que me ofrezcan las distintas opciones adecuadas a las distintas necesidades de los que, de momento, son mis hijos.

Y, fijaros si las hay, que hasta en la red las podemos encontrar. Quizás vosotras conozcáis alguna pero hoy os hablo de una que me gusta mucho pues ofrece variedad de estilos pero todos adecuados al mío, que es de lo que, en definitiva, se trata.

Tengo que decir que de esta tienda me gusta hasta el nombre: Le Petit Company. ¿No se me podía haber ocurrido a mí un así de mono? También me gustan mucho las marcas que tiene. De hecho, para este invierno, algunas de las que tiene se encuentran entre mis favoritas.

Para los bebés: Áncar; Babidú cuyos pijamas son ideales y de mucha calidad; el punto de Paz Rodríguez que, todas sabemos, da un resultado estupendo y; varias cosas de Violeta e Federico que son tan monas… ¡Ah! y hay cestas de regalo.

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Para el integrado y el lacerado hay cosas estupendas: las camisas cuello mao de Athina; pantalones, camisetas y chalecos de Timberland con los que serían felices y; los eternos abrigos de Barbour y digo eternos porque, si se cuidan bien, duran para siempre…

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Y para la indecisa hay muchas marcas que, de hecho, ya forman parte de su vocabulario. Los términos Converse y Uggs ya han salido de su boca en más de una ocasión. También hay Hunters rosas -las hay en otros colores pero a nosotras solo nos interesan las rosas-; ropa de Athina que yo considero todavía muy apropiada para ella y; parte de la colección de Nice Things Mini que también está disponible para bebé.

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Y ahora, como no, os dejo el enlace para que podáis ver qué otras cosas se pueden encontrar en esta tienda. A ver si os gusta…

 

LE PETIT COMPANY

 

Hasta mañana.

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1 Comment

  • Qué gracia tienes contanto el día a día, no es por desanimarte pero lo de la niña va para largo. Espero que tu niño esté bien.
    Estupendas las propuestas de Le Petit Company

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